Así como Milton Friedman y
la Escuela de Chicago han sido reconocidos en la historia del pensamiento
económico por provocar una contra-revolución mostrando las falencias del
keynesianismo, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y la Escuela Austríaca de
Economía serán inmortales por haber mostrado a la profesión la imposibilidad
del cálculo económico en el socialismo, esto es, la tesis de que un sistema
socialista implica ausencia del sistema de precios, lo que impide el cálculo
económico, sin el cual no podríamos preservar una sociedad basada en una
división del trabajo tan amplia como la nuestra.
Por
supuesto que el socialismo, al igual que el keynesianismo, se renueva, pero su
esencia, en todas sus nuevas formas, mantiene los mismos problemas que Ludwig
von Mises detectó en 1920, y que al día de hoy siguen sin respuesta.
En
este sentido, Jesús Huerta de Soto nos recuerda en su prefacio las palabras de
Mark Blaug –uno de los tratadistas de mayor prestigio en la historia de las
ideas–, cuando reconoció que “de forma lenta y extremadamente reacia he llegado
a darme cuenta de que ellos (los teóricos de la Escuela Austriaca) están en lo
cierto y de que todos los demás hemos estado equivocados” (Blaug y De Marchi,
1991, 508), afirmando además, al evaluar la aplicación del paradigma neoclásico
con el fin de justificar la posibilidad del cálculo económico socialista, que
es algo:
Tan
ingenuo desde el punto de vista administrativo como para dar risa. Sólo
aquellos emborrachados con el modelo de equilibrio estático perfectamente
competitivo pueden haberse tragado semejante tontería. Yo mismo fui uno de los
que se la tragó en mis años de estudiante en los 50 y ahora no hago sino
maravillarme ante mi propia falta de agudeza (Mark Blaug y De Marchi, 1991,
508; Mark Blaug, 1993, 1570).


